La
leche y los derivados lácteos son uno de los alimentos más introducidos en
nuestra dieta diaria. Siempre se nos ha presentado como un alimento excelente,
con grandes propiedades nutricionales, y cuyo consumo era imprescindible en una
dieta saludable. Esto ha contribuido a una excesiva presencia de este grupo de
alimentos entre nuestros hábitos alimenticios. A pesar de sus cualidades
nutricionales, un consumo excesivo de leche animal puede ser más perjudicial que
beneficioso para la salud.
Se
recomienda el consumo por ser una fuente de calcio, pero el exceso de este
elemento puede llevar a la aparición de osteoporosis debido a la sobre
estimulación en la actividad de las células, que provoca la muerte prematura de
las mismas. Lo cierto es que se trata de un alimento deficiente en hierro, que
puede incluso provocar la pérdida del mismo en el intestino de los bebes. De
hecho el ser humano es el único mamífero que continua tomando leche una vez
destetado, y que se alimenta de una leche distinta a la de su propia especie y
por tanto no “Diseñada” específicamente para sus necesidades
nutricionales.
Además
la leche animal es pobre en fibra y está sobrecargada de colesterol, grasas y
proteínas. Esto último es precisamente lo que hace que la leche sea un alimento
desaconsejable en estados carenciales de calcio o como prevención de la
osteoporosis(huesos frágiles) ya que el exceso de proteínas provoca una mala
absorción de calcio. Curiosamente, EEUU es el mayor consumidor mundial de
leche, y también el país con más incidencia de osteoporosis entre su población.
Sin embargo, las culturas orientales, donde apenas existe el consumo de lácteos
pero si hay una dieta rica en proteínas vegetales, tienen los menores
porcentajes de osteoporosis del mundo.
Hay
que tener presente que la leche de vaca es uno de los principales
desencadenantes de alergias e
intolerancia alimentarias (24,5% de las
alergias infantiles). En el caso de la intolerancia, muchas personas desconocen
que la sufren, se trata de una insuficiencia en la producción intestinal de
lactosa, una enzima encargada de digerir la lactosa presente en la leche. Esta
pasa al intestino, donde fermenta, provocando dolor abdominal, flatulencia,
hinchazón, vómitos, calambres e incluso diarrea acuosa. Los pacientes notan una
disminución drástica de estos problemas cuando sustituyen la leche por una
bebida vegetal.
La
leche animal es un alimento rico en colesterol y grasas saturadas, por ello el
consumo de la misma estimula el hígado a elaborar más colesterol, elevando los
niveles en la sangre y acumulando, al mismo tiempo, dicha grasa de forma
subcutánea como “grasa corporal”, por lo que contribuye el aumento de peso.
Otro riesgo asociado al consumo de leche es el depósito anormal de minerales
como el calcio o el fósforo en los tejidos blandos, que puede derivar en
calcificaciones.
Desde
el punto de vista de la naturopatía, la leche es un “no alimento”, y es común
que muchos tratamientos naturopáticos
comiencen con la retirada de esta de la dieta del paciente.
Tradicionalmente, la naturopatía relaciona el consumo de leche animal con
problemas respiratorios asociados a una producción excesiva de moco (catarros,
constipados, asma, sinusitis, rinitis, procesos broncopulmonares…), así como
con las anemias por déficit de hierro, la diabetes, algunos procesos
cancerosos, y los trastornos intestinales como el colon irritable o la colitis ulcerosa.
Con
esto no queremos decir que la leche en si misma sea perjudicial para la salud,
sino que no es recomendable el consumo excesivo de la misma habiendo otros
alimentos que nos aportan los mismos beneficios sin ninguna de sus desventajas.
Articulo
de la revista Vida Natural
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