Cada elemento, cada
objeto, cada situación, cada criatura, es una fuente de energías, pero para que
estas energías se manifiesten, hay que ponerlas en un estado de desequilibrio,
es decir, en una pendiente. Considerad el agua puesta sobre una superficie plana:
se extenderá como una capa dulce y tranquila. Dadle ahora a esta agua una
fuerte pendiente, y se lo llevará todo a su paso.
Lo mismo sucede con el
hombre. Existe en él una pendiente sobre la cual las fuerzas descienden
continuamente en cascada, y es necesario canalizarlas para que produzcan un
buen trabajo. Es necesario únicamente que esta pendiente sea continuamente
equilibrada porque un exceso en un sentido acaba produciendo un exceso inverso.
Esto es lo que vemos,
por ejemplo, en las personas en las que se alternan los estados de
sobreexcitación y de abatimiento. Nuestra vida psíquica está basada en un
cierto desequilibrio, y este desequilibrio, cuando es dominado, aporta riqueza,
creación. Los genios, por ejemplo, no son seres equilibrados, en los sentidos
ordinarios del termino (este tipo de equilibrio engendra, a menudo, la
mediocridad). Al contrario incluso: los genios son, a menudo, unos seres que,
sintiéndose amenazados por poderes oscuros, tratan de dominarlos con el
trabajo, con la creación, y de esta manera llegan a realizar obras grandiosas.
Texto del libro: Pensamientos cotidianos.
Texto del libro: Pensamientos cotidianos.